— No es que me quiera dar mucha importancia, pero a mí siempre me ha gustado asegurarme de todo, pues mi lema siempre ha sido: Ver para Creer, y cuando yo digo que la liebre es parda, es porque ya la tengo agarrada de las orejas
Por eso cuando oí hablar de Jesús de Nazareth, me entró la curiosidad y dije para mí: Tomás, tienes qué investigar si la fama de ese hombre es justificada, o se vale de la ingenuidad de las gentes para convencerlas
Cuando llegué, él estaba predicando a unas 5000 personas, y observé que todos estaban absortos escuchándolo, nadie hablaba, ni se distraía, parecían embelesados con su predicación
Entonces presté atención a lo que él decía para saber cuál era la causa de ese arrobamiento, y la verdad sea dicha: había tal virtud en sus palabras, que yo también quedé como paralizado escuchándolo
No sé si era el timbre de su voz, o la vehemencia de su mirada, o quizás la palabra en sí, su significado; lo cierto es que cada palabra llegaba a lo profundo del corazón de cada uno
Cuando me acerqué, él me miró fijamente, y dijo algo que me hizo estremecer: ¿Por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu ojo?, hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás para quitar la mota del ojo de tu hermano
Yo sentía que esas palabras las había dicho por mí; pero ¿Cómo supo que yo desdeño a los demás por su crédula simplicidad?, me sentí avergonzado, bajé la vista y seguí escuchando en silencio
Pero más me sorprendió cuando al terminar comenzó a designar a 12 Discípulos, y entre ellos ME NOMBRÓ A MÍ; yo no comprendía la razón de eso, pues me acababa de conocer; ¿O es que ya me conocía antes?, a lo mejor sí, porque me llamó por mi nombre
Tampoco comprendí por qué razón cuando me llamó, obedecí dócilmente, si yo nada más fui a ver; el caso es que cuando menos lo pensé, ya era yo uno de sus 12 Apóstoles
Aunque pensándolo bien, eso facilitaba mis planes de investigar a fondo la vida de aquel singular personaje, pues a mí nunca me ha gustado quedarme con ninguna duda
En ese momento llegó un leproso, y le adoraba diciendo: Señor, si quieres puedes sanarme; y yo dije: ¿Deveras sanará a los enfermos?, ahora mismo lo comprobaré; el Maestro se acercó al leproso, lo tocó y le dijo: Quiero, sé sano, ¡Y EFECTIVAMENTE , SÍ FUE SANO!
Yo estaba estupefacto, con los ojos muy abiertos; ¿Cómo era posible que alguien sanara a un leproso en esa forma?, era sencillamente increíble; pues muchos más fueron sanados, ciegos, sordos, mudos, paralíticos y más
Las cosas no quedaron ahí, porque un día que desembarcamos en la tierra de los Gadarenos, en lugar de dirigirse a la ciudad, el Maestro se dirigió al panteón; nosotros lo seguimos, y al llegar, salió de ahí un hombre endemoniado; parecía que habían tratado de atarlo, por los grillos y cadenas que aún traía en sus manos y en sus pies; se veía que él los hizo pedazos
Al vernos se abalanzó hacia nosotros gritando y amenazando; nosotros, asustados, nos pusimos atrás del Maestro, que ni siquiera se movió de su lugar, y extendiendo la mano hacia él, le dijo: DETENTE
El hombre endemoniado cayó al suelo como si se hubiera estrellado con una barrera invisible, y quedó semiconsciente, luego miró atentamente al Maestro, y lo adoró; enseguida se puso de pie, y le dijo al Señor: ¿Por qué has venido a molestarnos ante de tiempo?, yo te conozco, tú eres el Santo Hijo de Dios
— ¿Cómo te llamas?
— Legión me llamo, porque somos muchos
— ¡LEGIÓN, TE ORDENO QUE SALGAS INMEDIATAMENTE DE ESTE HOMBRE!
— Señor, no nos mandes lejos, permítenos entrar en aquella manada de puercos
— Está bien, vayan
— Entonces los demonios salieron dando grandes voces, y entraron a los puercos, que eran como dos mil, los cuales se despeñaron en el mar y murieron
El hombre quedó ahí como muerto, el Señor entonces lo tomó de la mano y lo levantó, sano y en su juicio cabal
Nosotros todavía estábamos temblando por lo que acabábamos de presenciar; a mí francamente me dio miedo; ¿Quién era aquél hombre, que no solamente sanaba a los enfermos y limpiaba a los leprosos, sino que aún los demonios le obedecían?; sí, él era más poderoso que el mismo Diablo
Entonces tuve deseos de saber a qué se debía su gran poder, cómo lo obtenía, o quién se lo daba; me propuse descifrar este misterio a como diera lugar, observándolo y siguiéndolo a todas partes
Pasaron los días y llegué a notar que con mucha frecuencia se ausentaba de nosotros; simplemente nos decía: adelántense ustedes, yo iré después; nos íbamos y lo esperábamos, turnándonos en vigilia hasta que llegaba a muy altas horas de la noche
Nadie le preguntaba, ni él nos decía nada; hasta que un día me armé de valor, y cuando él nos dijo: adelántense ustedes, yo iré después, yo le dije: Señor, ¿Puedo ir contigo?, él simplemente respondió NO
Pero no me quedé con la duda, porque cuando regresó, me atreví a preguntarle: Señor, ¿A dónde fuiste?, y él me dijo: Al monte, a orar, vosotros también debéis orar siempre
Esa fue su respuesta, mas yo no la comprendí; ¿Era la oración el medio por el cual ése recibía ese poder de parte de Dios?, ahora sé que sí
Al día siguiente llegó un hombre con un recado de parte de Marta, que decía: Señor, el que tú amas está enfermo; y él respondió: Esta enfermedad no es para muerte, mas para que las maravillas de Dios sean manifestadas; y ahí nos quedamos
Mas a los dos días nos dijo: vamos a Judea a despertar a nuestro amigo Lázaro del sueño
— Señor, si duerme está a salvo
— Me refiero al sueño de la muerte
— No entendíamos bien, pero cuando llegamos resulta que Lázaro estaba ya bien muerto desde hacía 4 días, ya hedía; pero no sé por qué el Señor le dijo a Marta: Hoy mismo resucitará tu hermano
— Esto no me gustó, porque yo dije: Ahora sí vamos a quedar en ridículo, porque no es lo mismo sanar a un enfermo, que resucitar a un muerto que ya está en estado de descomposición
Ordenó que quitaran la piedra de la cueva donde estaba sepultado Lázaro, y lo llamó:
— ¡LÁZARO! ¡VEN FUERA!
— Mucha gente se juntó para ver, y yo estaba sudando frío, pensando: ahora sí nos van a apedrear…
Pero sucedió lo increíble: ¡LÁZARO SALIÓ DE SU TUMBA!, caminando, todavía con las vendas y la mortaja; ¡Qué inmenso es el Maestro, también resucita a los muertos!
Mas un día el Maestro nos dijo: Esta noche el Hijo del hombre será entregado para ser muerto, mas al tercer día resucitará; esto nos llenó de tristeza, y pensábamos que cómo era posible que a él, que a todos hacía el bien, lo fueran a matar
Esa noche nos dio la Santa Cena, y nos fuimos al huerto; él nos recomendó mucho que oráramos, pero nos quedamos dormidos, hasta que oímos que venía mucha gente con palos y antorchas, y se lo llevaron
Me da pena confesarlo, pero todos corrimos; después supimos que lo crucificaron y que fue sepultado; nosotros estábamos desconcertados y encerrados por miedo a los Judíos
Pero a los 3 días, unas hermanas nos asombraron, porque llegaron y nos dijeron que el Maestro había resucitado; eso era imposible; aunque tratándose del Maestro, ya nada es imposible; sin embargo mi mente se resistía a creerlo, no podía aceptarlo; ¿No sería una alucinación de ellas?
Yo quería estar seguro de ello, y venciendo mis temores salí de allí y fui a ver el lugar donde murió y donde fue sepultado; la tumba estaba abierta y vacía; dicen que un ángel quitó la piedra, pero también pudieron haber hurtado su cuerpo; pero ¿Qué significa ese sudario intacto?, mejor volveré después a investigar
Cuando regresé a donde estaban los demás, me dijeron: Al Señor hemos visto
— ¿Queé? ¿También ustedes padecen alucinaciones?; yo no creo que haya resucitado, a menos que se me presente; no en visión, sino en persona; si no metiere mis dedos en el lugar de los clavos, y mi mano en su costado, no creeré
A los 8 días se nos apareció el Señor personalmente, y se dirigió a mí, diciendo: Tomás, aquí están mis manos; mete tus dedos, y alarga tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel
— No pude resistir aquél reproche de mi Señor, y caí a sus pies, diciendo: Señor mío y Dios mío, perdóname
— Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron
— Desde entonces mi lema ya no es ver para creer, sino CREER PARA VER; cree también tú para que veas las maravillas de Dios.