8. El hombre de capernaum

— Oye mujer, ven

— No me estés molestando, déjame en paz

— Ven tantito, quiero pedirte el último favor

— ¿El último qué?, si cada rato estás muele y muele; no trabajas, pero bien que das lata

— Te prometo que este va a ser el último favor que te pido

— ¿Sí?, no me digas; qué, ¿Ya piensas morirte? ¡O qué!

— No, algo mejor que eso: He oído acerca de un hombre que hay en Capernaum que me puede sanar

— ¿Otro médico?, Ya gastamos todo lo que teníamos en médicos, ¿Y todavía no estás conforme?, vendimos hasta los muebles de la casa; y ahora qué piensas vender, ¿A tus hijos? ¡O a mí!

— No, nada de eso; dicen que el hombre de Capernaum no cobra ni un solo centavo

— Y tú te la creíste, ¿No?

— Pues yo francamente sí, él es mi última esperanza

— ¿Y cómo vas a ir? ¡Si estás paralítico!

— Ese es precisamente el favor que quiero pedirte

— No querrás que te lleve cargando, ¿Verdad?

— No, mujer, calla y escucha primero, y luego hablas tú

— Pues ya me callé, ¿No estás viendo?

— Quiero que me consigas un préstamo para pagar a cuatro hombres que me lleven a Capernaum

— ¿Otro préstamo? Estas viendo como estamos de endrogados; yo no me doy abasto lavando ropa ajena sin descanso, ¿Y todavía quieres más?, ¡No tienes ni tantita vergüenza!

— Tengo la confianza de que el hombre de Capernaum me va a sanar, y entonces ya podré trabajar para sostener la casa como antes

— ¡Estás Lorenzo!, tú ya no tienes remedio, convéncete; lo mejor que puedes hacer es morirte, ¡Ya me tienes harta!

— Dicen que el hombre de Capernaum sana todas las enfermedades, y cura todas las dolencias

— ¡Yo no creo en milagros!; a ver: todos los santitos que te compré, dizque muy milagrosos, ¿De qué sirvieron?; por eso mejor los eché a la basura

— Pero él es el Hijo de Dios, el Mesías prometido, el Salvador del mundo que viene a librarnos de todos nuestros males; ¿Te das cuenta?

— Pues no, conmigo no cuentes; yo no tengo dinero para estar pagando viajes a todas partes nada más para cumplirte tus caprichos; ya bastantes drogas tengo

— Es el último favor que te pido, mujer; solo pagarás el viaje de ida, de regreso yo me vengo andando

— ¿Qué pague solamente el viaje de ida?, eso sí me convendría, con tal de deshacerme de ti, porque así ya no tendría que estarte viendo la cara, ni manteniéndote el pico

— Sí, solamente pagarás el viaje de ida

— Está bien, trato hecho; pero conste: es el último favor, y si no sanas, no te quiero volver a ver, ¿Oíste?

— De acuerdo, si no sano, no regresaré

— Así sí; ahorita mismo voy a conseguirte el dinero

— Papá, mi hermanita y yo no queremos que se vaya; mamá dice que ya no lo va a recibir cuando regrese; mejor quédese aquí, y cuando crezcamos, nosotros vamos a trabajar para mantenerlos a usted y a mamá, ¿Verdad hermanita?

— Sí, papá, quédese

— No, hijos míos; tengo que ir a buscar a ese hombre, esta es mi última oportunidad

— Entonces nosotros nos vamos con usted, porque mamá no nos quiere, nos pega mucho, ¿Verdad hermanita?

— Sí, papá, nos vamos con usted

— No, hijos míos, ustedes se quedarán con su mamá, yo regresaré sano y verán que todo va a cambiar

— Si usted no regresa, nosotros nos vamos a ir de la casa a buscarlo

— No, hijitos, ustedes me esperarán aquí, en la casa, y pídanle a Dios que todo salga bien

— Ya vine, conseguí el dinero y pagué a estos cuatro hombres que te llevarán a Capernaum; me saludas a nunca vuelvas

— Gracias, cuídense mucho, primeramente Dios, regresaré

— Adiós papi, estaremos orando por usted

Muchas horas después

— Ya llegamos, don Lencho

— Sí, muchachos, se los agradezco mucho

— Parece que ahí es, don Lencho, en esa casa, hay mucha gente

— No se puede entrar por tanta gente; ¿Qué haremos?

— Quiten unas láminas del techo, y me bajan por ahí; después lo arreglaremos

— Está bien…vamos…arriba…bien…ahora para abajo…con cuidado…ya llegó hasta abajo…

— Por fin, Señor, me encuentro ante ti; vengo de lejanas tierras librando mil dificultades; oí tu fama, gasté todo en médicos y ninguno pudo sanarme; ¿Puedes tú hacer algo por mí?

— Sí, hijo, porque creíste, todos tus pecados te son perdonados; levántate, toma tu lecho y anda

— ¡Oh!, miren puedo ponerme de pie, también puedo andar, y saltar, ESTOY SANO, OH SEÑOR, GRACIAS, MUCHAS GRACIAS POR HABERME SANADO, gracias Señor

— Vete en paz, hijo, tu fe te ha salvado

— Muchachos, ¿Vieron el milagro?

— Sí, fue algo grandioso

— Arreglemos el techo y vámonos a casa, que tengo muchos deseos de que me vean mi esposa y mis hijos

Al llegar a casa:

— MUJER, HIJOS, YA VINE, VENGAN MÍRENME, ESTOY SANO

— Papi, papi, gracias a Dios que ya regresó sano, nuestras oraciones han sido contestadas

— Lencho, es cierto, estás sano; ¿Cómo fuiste sanado?

— El hombre de Capernaum me dijo: hijo, porque creíste, todos tus pecados te son perdonados, levántate, toma tu lecho y anda

— Qué bueno, ¿No estás disgustado conmigo? Perdóname por todo lo que te dije, y por lo mal que te traté, ¿sí?

— Claro que sí, comenzaremos una nueva vida de amor y de felicidad, gracias a Jesús, EL HOMBRE DE CAPERNAUM.

DIOS LE BENDIGA.

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