Florecita tiene 8 años de edad, está jugando con su muñeca, mientras su papá está en su silla de ruedas, leyendo la Biblia; alguien toca a la puerta
— Papi, están tocando, ¿voy a abrir?
— Sí, m’hijita, por favor
— Buenos días, don Clemente, ¿Ya tiene usted el dinero de la hipoteca? (Esto dice el hombre entrando a la casa)
— Aún no, don Próspero
— Pues lo voy a sentir mucho, don Clemente; pero como el plazo ya se venció, tendrá que desocupar la casa de inmediato; y no intente llevarse nada, todo queda embargado
— Está bien, don Próspero, que Dios le bendiga
— ¡EL QUE VA A NECESITAR QUE DIOS LE BENDIGA ES USTED, NO YO!; ¡AH, Y DENME ESE LIBRO Y ESA MUÑECA! (Les arrebata el Libro y la muñeca); ¿No recuerda que por andar predicando lo que dice este Libro los apedrearon a usted y a su familia; y su esposa y sus hijos murieron, su hija quedó renga, y usted en silla de ruedas? ¡Voy a quemarlo para que no siga causando más desgracias! (el hombre rasga y deshoja y desbarata el Libro y lo echa al fuego de la chimenea juntamente con la muñeca)
— ¡No lo rompa!, ¡No lo eche al fuego! ¡es la Palabra de Dios!
— Si fuera la Palabra de Dios no ardería tan fácilmente junto con la muñeca ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
— ¡Mi muñeca!
— No te preocupes m’Hijita, yo te compraré otra, vámonos
— ¿Le va a comprar otra? Pero si no tiene ni en qué caerse muerto; mejor váyanse, porque ya saben que en este pueblo no quieren protestantes
Florecita empuja la silla de ruedas de su papá hacia afuera de la casa y se la lleva empujando, al salir de la casa la gente les grita y los perros les ladran
— ¡FUERA DE AQUÍ PROTESTANTES!
— ¡LARGO DE AQUÍ RENEGADOS!
— ¡FUERA DE AQUÍ ALELUYAS!
— ¡VÁYANSE Y NO REGRESEN!
— ¡SI REGRESAN LOS QUEMAREMOS VIVOS!
— ¡AY!
— ¿Qué te pasó m’hijita, te mordió un perro?
— …Sí… pero quedito…
…uf…
…ya no puedo más…
— Descansa, m’hijita, ya estamos lejos del pueblo; déjame ver tu herida, ¡Qué barbaridad!, ¡Te está sangrando mucho!, Dijiste que el perro te había mordido quedito
— Es que no quise que te preocuparas, papi
— Te voy a vendar la herida con mi pañuelo para detener el sangrado, si quieres llora
— No, porque mi mamita decía que cuando uno llora, Diosito se pone triste, y no quiero que él esté triste
— Has de tener mucha hambre, hijita, desde ayer no comes
— Tú has de tener más, papito, pues ya tienes tres días sin comer; además estás malito, y anoche no dormiste por estar orando, y tú siempre has dicho que la fe en Dios es más importante que la comida
— Es cierto, hijita; lo importante es que Jesús está con nosotros
— ¿Y por qué no le pedimos a Jesús que nos sane, papi?
— Porque ya no es necesario, m’hijita; ya nos vamos a ir con él en espíritu, y nuestros cuerpos se quedarán en este mundo
— ¿Quieres decir que nos vamos a morir, papito?
— Sí, hijita; pero para nosotros los cristianos, la muerte es un descanso, un sueño tranquilo
— ¿Y qué se siente cuando uno se muere, papi, no duele?
— No, hijita, tan solo se queda uno dormido, y al despertar ya está uno en la presencia de Dios
— Entonces no me da miedo morirme, para estar con mi mamita y mis hermanitos; yo los extraño mucho
— Sí, pero será cuando Dios quiera, y despertaremos cuando venga Jesús, en la resurrección; y tu mamita, y tus hermanitos, y todos los que amamos a Dios despertaremos
— ¿Y cuándo va a venir Jesús, papito? Yo ya quiero que venga
— Yo creo que hoy por la tarde, m’hijita, porque se ha acabado la bondad en este mundo y la maldad está predominando; y esa es una de las señales de su venida
— ¿Y nos va a dar dinero para pagarle a don Próspero la hipoteca de la casa para que nos la devuelva?
— No, hijita; él nos dará una casa nueva que traerá del cielo
— ¿Y me traerá una muñeca nueva?
— Claro que sí, hijita
— ¿Y habrá comida y dulces?
— Sí, m’hijita
— Tengo mucho frío, papi
— Siéntate en mis piernas para cubrirte con mi camisa
— Tengo mucho sueño, papi; voy a cerrar los ojos un ratito, si vienen los perros me avisas para irnos corriendo otra vez, y si me quedo dormida, me despiertas cuando venga Jesús, ¿Sí? Para verlo, y para ver a mi mamita y a mis hermanitos, y para tomar agua, porque tengo mucha sed
— Sí, m’hijita, cierra tus ojitos, yo aquí te cuido. . Señor Jesús, mira a mi niña, está enferma, con fiebre; y yo estoy inválido y no puedo hacer nada por ella; ni siquiera darle un vaso de agua; la gente no nos quiere, como tampoco te quisieron a ti cuando viniste al mundo; ven Señor Jesús; y si no vas a venir en este día, entonces llévanos contigo, pues ya nada tenemos qué hacer en este mundo; ven Señor Jesús, ven pronto, te necesitamos con urgencia, amén
Al caer la tarde, también Clemente se ha quedado dormido, y son descubiertos por los habitantes del pueblo:
— ¡ACÁ ESTÁN LOS PROTESTANTES!
— ¡VENGAN TODOS!
— ¡MUERAN LOS ALELUYAS!
— ¡LOS QUEMAREMOS VIVOS!
— ¡YO TRAIGO ALCOHOL!
— ¡PRÉNDANLES FUEGO!
— ¡MUERAN LOS RENEGADOS!
Efectivamente, les prenden fuego; pero unos segundos antes, los espíritus de Clemente y Florecita han salido ya de sus cuerpos, y se encaminan a la presencia del Señor, acompañados por dos ángeles
En ese preciso momento se escucha un potente trueno, seguido de un gran relámpago que ilumina todo el cielo; enseguida aparece un arcángel tocando una trompeta, y en medio de muchos ángeles ¡APARECE EL HIJO DE DIOS EN PERSONA! ¡ES LA VENIDA DE CRISTO!
Clemente y Florecita y muchísimos más se encuentran con JESÚS en las alturas, y le adoran; mientras tanto en el mundo comienzan a caer grandes bolas de fuego que calcinan la tierra; Florecita, con su papá, busca ansiosamente entre la multitud a su mamá y a sus hermanitos, y cuando los encuentran se alegran sobremanera, y se abrazan efusivamente, agradeciendo a Dios por este final feliz, Aleluya.