La declaración del apóstol Pablo en Filipenses 2:5-11 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” En estos versículos, se nos anima a adoptar el mismo sentir que tuvo Jesucristo, quien, siendo igual a Dios, no dudó en asumir la forma de un siervo y enfrentar la cruz. No obstante, Dios lo exaltó sobremanera, otorgándole un nombre que está por encima de cualquier otro. Aquí reside la esencia del mensaje celestial: el glorioso nombre de Jesucristo.