4. El poder del amor

EL PRESO SIMPLICIO TIENE VISITA

— Hola Simplicio, ¿Cómo estás?

— Emmanuel, te hacía yo muy lejos de aquí

— Sí, andaba lejos, pero mi padre me llamó, y vine de inmediato

— Me da gusto verte, aunque mi caso está perdido, maté a un pariente del fiscal Maquiavelo, y éste tomó el pleito en lo personal para cobrar venganza

— ¿Tienes abogado?

— Tenía uno, él me aconsejó declararme inocente, pero Maquiavelo reunió pruebas suficientes en mi contra y logró disolver los argumentos de mi abogado; en la audiencia de ayer fui hallado culpable, y hoy me sentencian y me ejecutan

— ¿Y dónde está tu abogado?

— Me abandonó al ver mi caso perdido, solo me queda mi familia, y tu papá, que es el Juez, ha estado conmigo; él me dijo que tú podrías ayudarme

— A eso he venido, Simplicio, pero primeramente dime: ¿No estás arrepentido de haberle quitado la vida a un ser humano?

— No, Emmanuel, él era un hombre muy perverso, casi me alegro de haber librado al mundo de esa alimaña

— Pues entonces paga con tu vida el precio de ese beneficio hecho al mundo

— Pero luego me acobardo, Emmanuel, tan solo de pensar que hoy me ejecutan, hasta me da escalofrío

— Entonces tu convicción no es firme; no debiste haber matado a ese hombre

— Pero él era un hombre muy malo

— ¿Y quién te dio derecho para matar a un hombre porque es malo? ¿Acaso tú te consideras bueno?

— No, claro que no

— Entonces usurpas un derecho que no te pertenece, solamente al Autor de la vida, solamente él podía quitarle la vida; y si Dios no lo hizo, ¿Por qué lo hiciste tú?

— Es que él me agredió primero

— ¿Y eso te da derecho a matar? ¿Qué pensarán de ti sus familiares? ¿O es que no tienes sentimientos?

— ¡Basta! ¡Me arrepiento de haberlo hecho! ¡Me espera el paredón, Emmanuel!, ¡Me van a fusilar!, ¡Estoy desesperado!, ¡Dile a tu padre que me declare inocente!, ¡Él como Juez puede hacerlo! ¡Te lo suplico!

— No Simplicio, un crimen solo se paga con la muerte, él es muy honesto, no aceptaría hacer algo así, ni yo se lo pediría; no sería justo, ni moral

— Es que no quiero morir, tengo esposa y un hijito y una hijita que mantener

— Mira Simplicio, veo que tu arrepentimiento es sincero, y quiero decirte que existe una forma de librarte de esa condena

— ¿Sí?, pues dímela, haré lo que tú me digas

— Contrariamente a lo que te aconsejó tu abogado, tienes que declararte culpable

— ¿Cómo? Pero si declarándome inocente no me libré, menos me libraré declarándome culpable

— Es que tienes que ser honesto, Simplicio, tienes que decir la verdad, tienes que reconocer tu culpa; lo demás déjalo de mi cuenta

— Está bien, Emmanuel, espero que dé resultado, porque Maquiavelo me tiene asustado; míralo, ahí viene

— Hola Simplicio, ando vigilando que nada altere los resultados de la sesión de ayer; pero no te preocupes, te prometo un funeral de primera; y el joven ¿Es tu nuevo abogado? Ah, pero si es nada menos que Emmanuel, el abogado infalible; lástima que llegaste tarde, Emmanuel, porque al rato ya le van a dictar la sentencia, y hoy mismo será ejecutado; hoy vas a perder tu primer caso, y será conmigo, con Maquiavelo

— No te precipites, Maquiavelo, Simplicio saldrá libre hoy mismo

— ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Ahora sí me hiciste reír sin ganas; aunque tu padre, don Adonai, es el Juez, yo sé que él es insobornable

— Existe otra forma, Maquiavelo; pero tú no la sabes porque no ves más allá de tus narices

— ¿Y se puede saber cuál es esa forma?

— Claro que sí; ¿Has oído hablar del poder del amor?

— ¿El poder del qué? Pero si estamos en el terreno jurídico, no en el país de las hadas; aquí lo que vale es la Jurisprudencia, no los sentimentalismos; ubícate bien Emmanuel

— Tú lo verás al rato, Maquiavelo, pero no lo disfrutarás

— No sé qué planeas, Emmanuel, pero te aseguro que hoy mismo ejecutan a tu cliente, o dejo de llamarme Maquiavelo; y ya no quiero seguir hablando necedades contigo, me voy, nos veremos en la audiencia

— Se ve muy seguro, Emmanuel, tengo miedo

— Es por su ignorancia, Simplicio, pero no temas, confía en mí y haz lo que te digo; al rato vengo, voy a despedirme de mi madre

— Sí, Emmanuel (¿Despedirse de su madre?)

EN LA CASA DE EMANNUEL…

— Madrecita, ya vine

— Sí, hijo, pasa y siéntate; ¿Te sirvo de comer?

— No, mami, ya me voy, solamente vine porque tengo ganas de darle un abrazo muy fuerte

— Ay hijo, me aprietas mucho; pero ¿Por qué esas lágrimas?

— Es que, ha de ser por la emoción, mami,

— ¿Emoción? ¿Hay algún motivo especial?

— Sí, mami; hoy es día de la Pascua, día de liberación; recuerdo que hace muchos años, en esta misma fecha, nuestros antepasados fueron liberados de Egipto, y en lugar de ellos moría un cordero inocente; hoy es día de sacrificio

— Sí, es cierto hijo mío

— Bueno, mami, me tengo que ir

— ¿A dónde vas, hijo?

— Al juzgado, a una audiencia

— Sí, hijo, Dios te bendiga

EN LA CORTE…

— Se abre la audiencia; ¿Tiene algo que decir el fiscal?

— Sí, su Señoría, reafirmo lo dicho: El acusado es culpable y debe pagar con su vida su deuda con la sociedad

— ¿Tiene algo que decir el abogado defensor?

— No, su Señoría

— ¿Tiene algo que declarar el acusado?

— Si, que soy culpable, y que estoy arrepentido

— Ahora el Jurado tiene la palabra; ¿Cuál es vuestro veredicto?

— Que el acusado es culpable, su Señoría

— Señor Simplicio, por haber delinquido con todas las agravantes de la Ley, esta corte lo condena a la pena capital, la ejecución será inmediatamente

— Perdiste, Emmanuel, Simplicio será ejecutado ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

— Emmanuel, tú me dijiste que…

— Calla Simplicio, UN MOMENTO, SEÑOR JUEZ, PIDO LA PALABRA

— Palabra concedida al abogado defensor

— ¿Existe en el Código penal algún impedimento para un acto de substitución?

— No, no existe ninguno

— entonces yo, como abogado defensor, quiero substituir al acusado

— ¿Queeé? Eso no es legal, ¡OBJECIÓN!

— Silencio en la sala; señor fiscal, ¿En qué se basa para decir que eso no es legal? ¿Insinúa que mi respuesta es errónea?

— No, su Señoría, es que nunca ha sucedido un caso así

— Su objeción carece de fundamento, se acepta la substitución, el acusado queda libre, se levanta la sesión

— Maldición, eso no me lo esperaba, Emmanuel se salió con la suya, ¿Qué haré?

— Gracias Emmanuel por haberme salvado, siempre vivirás en mi recuerdo

— Vete en paz, amigo Simplicio, y no te vuelvas a meter en problemas

— Hijo, estoy orgulloso de ti, ese es el poder del amor

— Sí, papá

— Joven Emmanuel, soy la esposa de Simplicio y estos son mis hijos, gracias por salvarlo, nunca lo olvidaremos

— Son unos niños muy lindos, cuiden mucho a su papá, adiós a todos

— Adonai, ¿Dónde está Emmanuel? Tuve un horrible presentimiento y me vine corriendo para acá

— Substituyó a un preso, Paloma, lo llevan al paredón (Te voy a extrañar mucho, hijo mío)

— ¡Esos disparos!, ¡lo han matado!, Emmanuel, hijo mío, mi hijo, ¡oh!, vamos a verlo Adonai

Y después de llorar ambos un largo rato sobre el cuerpo de su hijo, don Adonai levanta delicadamente a su esposa diciéndole:

— Ya no llores, esposa mía; mira, este es Simplicio, el que fue substituido por Emmanuel, y esta es su familia

— La casa estará muy sola sin Emmanuel, ¿Aceptarían venirse a vivir con nosotros? Si él los quiso, yo también los quiero

— Sí, señora, nos gustaría mucho

— ¿Estás de acuerdo, Adonai?

— Completamente, esposa mía; vamos a sepultar a Emmanuel para irnos a casa.

DIOS LE BENDIGA.

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